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Mansedumbre, capacidad de autocontrol

Antes que todo debemos conocer el significado de la palabra autocontrol, la cual podríamos definir de la siguiente manera: la habilidad que nos permite controlar nuestras emociones, nuestros impulsos y nuestras conductas, permitiéndonos así alcanzar nuestras metas y objetivos.


Podríamos decir que el autocontrol es una especie de termostato que tiene como función mantener nuestro equilibrio y nuestra estabilidad, tanto a nivel interno como externo. Cuando éste funciona de forma adecuada, nos ayuda a controlar los impulsos y deseos que nos distancian de nuestras metas.


Como podemos ver, el autocontrol y la mansedumbre tienen una gran relación, pues ésta como fruto del Espíritu Santo nos enseña y nos muestra en la Biblia que la mansedumbre hace cesar grandes ofensas: Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas. Eclesiastés 10:4.


La mansedumbre es pues la capacidad especial que tiene una persona para modelar la ira y sus efectos desordenados en sí mismo y en el entorno.


Dicho de otra manera, es una forma inteligente de evitar todo resentimiento o acción violenta por el comportamiento de otros, o por cualquier circunstancia desagradable, dejando de lado la irritabilidad y la venganza, para dar lugar a una actitud más asertiva, y acorde con el momento vivido. En el sermón del monte Jesús habla de que los mansos son bienaventurados, porque ellos recibirán la tierra como heredad (Mateo 5:5).


También en Mateo 11:29 el Señor Jesús nos amonesta a que imitemos su mansedumbre, nos dice: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.


En este contexto la palabra yugo implica una carga, y Jesús lo que nos está diciendo es que imitemos su mansedumbre y recibamos de buena gana sus estatutos, órdenes y mandamientos de esa manera; literalmente "Él" dará descanso a nuestra alma.


Ahora bien, esta manifestación del fruto del Espíritu Santo al igual que las demás se van formando en nuestras vidas, así como vamos formando nuestro carácter, el cual debemos de procurar que se parezca al de Cristo Jesús.


Mas no podemos dejar de entender que la mansedumbre y el autocontrol van de la mano para poder formar en nosotras nuestro carácter.


Sin embargo, la reproducción en nosotros del carácter de Cristo desarrollado a través del autocontrol que nos permite tener la mansedumbre, no ocurre espontáneamente, sino que es un proceso constante y progresivo. En este proceso juegan varios factores, siendo nuestra responsabilidad personal un elemento decisivo.

¿Cuáles son algunos de esos factores?


  1. La meditación bíblica.

    No nos referimos al estudio sistemático de la Biblia ni a una rápida lectura devocional, sino al ejercicio de reflexionar en el significado de la Palabra de Dios que leemos, hasta llegar a apreciar su belleza, la sabiduría que encierra, y sus implicancias prácticas para la vida. (Sal 1:2).


  2. El entorno.

    Con “entorno” quiero decir las personas de las que nos rodeamos, con las que conversamos con frecuencia y que, por ende, ejercen una influencia significativa sobre nuestros pensamientos y actitudes. Tratemos de juntarnos con gente sabia y temerosa de Dios (Pr 13:20), y evite las malas compañías (1 Co 15:33; 2 Ti 3:6).


  3. El hábito de la oración.

    No es necesario extenderme para señalar lo vital que es la oración en la vida de nosotros los creyentes. Pues la mansedumbre y el autocontrol que ésta genera, formando el carácter de Cristo en nosotras, no será formado sin poder tener una vida íntima de oración con Dios (Sal 63:1-2).


  4. Nuestra respuesta ante las pruebas.

    La Biblia nos recuerda frecuentemente que Dios usa las circunstancias difíciles para purificar, moldear y perfeccionar nuestro carácter. Si la actitud con que respondemos a la prueba es la de humildad y confianza en Dios, en lugar de enojo y rebeldía, el resultado será nuestro crecimiento en la semejanza de Cristo (Ro 5:3-4; Stg 1:2-4).


  5. Nuestro amor por Cristo.

    Sin embargo, el factor decisivo en nuestra formación es nuestro amor por Cristo. En la medida que amemos a nuestro Señor desearemos tener Su carácter en nosotros y estaremos motivadas a dedicarnos a los aspectos anteriores. Ninguna otra motivación es suficiente (Jn 14:21). Tratando de cumplir estos factores aquí mencionados podremos alcanzar, desarrollar y tener una vida de autocontrol personal de mansedumbre.


Hoy te invito a hacer una autoevaluación y a tratar de poner en práctica lo aquí escrito para así formar en nuestras vidas el carácter de Cristo, manso y humilde de corazón, con autocontrol aún en los peores momentos, entendiendo que no somos nosotras, sino que es Dios en nosotras.





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