¡Juva Jesús! ¡Jesús ayuda!
Hebreos 12:2 Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de Él procede nuestra fe y Él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios.
Puestos los ojos en Jesús significa que nuestra atención no debe estar dividida o distraída en cosas banales y de este mundo, debe estar fija y con un solo objetivo; Cristo Jesús.
El apóstol Pablo lo dejó claro en las escrituras donde nos exhortó en Colosenses 2:7 – Firmemente arraigados y edificados en Él, confirmados en nuestra fe, tal como fuisteis instruidos, rebosando de gratitud.
Cuando centramos la mirada en algo o alguien, esa mirada va acompañada de confianza, la primera alternativa de las personas es que ponemos nuestra confianza en los hombres y sabemos que somos seres imperfectos y fallamos, cuando eso pasa nos decepcionan, nos engañan y ocurren otros sucesos que nos terminan hiriendo el corazón y rompiendo las esperanzas.
Colosenses 3:2-4 dice: Poned la mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Y esto no nos garantiza que tendremos una vida perfecta, (como cuento de hadas), pero sí confiamos que llevaremos una carga más ligera y que será más fácil, porque Su Palabra dice que tendremos aflicciones, pero confiemos en el Señor porque Él ha vencido al mundo.
Pablo sabía que la iglesia había desviado su mirada en ese momento y ahora ponían los ojos en lo terrenal, en las cosas de abajo, las cosas banales, se habían apartado y estaban buscando lo que no llena, lo que desgasta, consume, agobia y termina enviándolos con el corazón roto donde debimos ir antes, donde Dios.
Un claro ejemplo de lo que pasa cuando desviamos nuestra mirada lo vemos en las escrituras, específicamente en Mateo 14:22-36, cuando Pedro iba caminando por encima del agua hacia Jesús, ocurrió que en un momento él desvió la mirada, dejó de ver hacia donde iba y miró hacia la tormenta, de inmediato empezó a hundirse; y es justamente lo que ocurre cuando dejamos de mirar al Padre y nos perdemos distrayéndonos mirando las cosas del mundo, lo que no nos edifica en absoluto.
Sin embargo, cabe destacar que tenemos que tener claro que cuando caminamos con Jesús, el enemigo siempre busca desviar nuestra atención y dispersar nuestra mente con el ruido de lo que nos rodea; el mundo.
Hoy yo te insisto: sigue mirando hacia delante, permanentemente centrado en las cosas que han de venir y que Dios hará en tu vida; sus promesas. Creyendo que si te hizo una promesa, poderoso es Él para cumplirla, nuestra misión es creer en que Dios lo hará.
Créele a la promesa que está en Números 23:19 – Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?
Poner nuestra mirada en Cristo nos garantiza vida, y vida en abundancia.
Culmino este artículo con una frase que leí y me dejó pensando todo el día, dice así: Un corazón que nació para la eternidad no lo llenan cosas del mundo.
¡Soli Deo Gloria! ¡Solo a Dios la Gloria!